miércoles 27 enero 2016, 11:15

Galanis, el secreto del éxito de Carli Lloyd

La tripleta de Carli Lloyd a los 16 minutos en la final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA™ no fue fruto de la casualidad. Cuando la jugadora compareció ante el mundo para recibir su premio de Jugadora Mundial de la FIFA, tampoco fue un capricho del destino: todo el éxito de la estadounidense ha sido resultado de mucho esfuerzo y de un trabajo minucioso.

En su discurso de agradecimiento, tanto en el Mundial como en la Gala de Zúrich, siempre aparece un nombre: James Galanis. Tal vez no les suene, pero es indispensable conocer a este entrenador nacido en los alrededores de Melbourne, para entender la trayectoria ascendente de una jugadora que hace 15 años se estaba planteando dejar el fútbol. FIFA.com habló con el australiano para saber cómo creó a esta estrella.

Sr. Galanis, ¿cuándo empezó a entrenar y a guiar a Carli Lloyd? Cuando Carli tenía 16 años, jugaba en un club llamado Medford Strikers. Da la casualidad de que yo trabajaba en el mismo club, con la guardameta del equipo de Carli, y la vi jugar durante un par de años. Vi a una futbolista dotada de una gran habilidad y astucia sin el balón en los pies, aunque en realidad no tenía las costumbres adecuadas dentro de la cancha: se esforzaba cuando le apetecía. Cuatro años más tarde, su padre me abordó mientras estaba metiendo en el coche material de entrenamiento. Me dijo: “Mi hija le necesita”. Y yo pregunté: “¿Quién es su hija?”. Él contestó: “Carli Lloyd”. Yo le dije que la recordaba de un tiempo atrás. Entonces él me contó que estaba en el equipo sub-21, se había quedado fuera e iba a dejarlo por completo cuando terminase la temporada universitaria. Pero resultó que una compañera se lesionó y volvieron a invitarla. Pensó que yo, con mi reputación, podría devolverle la motivación, porque ella seguía decidida a abandonar cuando terminase la temporada universitaria. Dos semanas más tarde, me llamó y concertamos una evaluación.

¿Cómo supo que ahí había potencial? La conocí dentro del terreno de juego, hice una evaluación de habilidades y descubrí a una futbolista que tenía una buena técnica, aunque a todas luces no estaba en forma, una jugadora que en realidad no sabía cómo piensa un profesional. Por lo que recuerdo de sus movimientos sin el balón, supe que tenía habilidad, y también la astucia de la calle. Sabía qué hacer sin el balón, y era muy lista. Me di cuenta de que si la ponía en forma y le inculcaba la mentalidad adecuada, enseñándole cómo piensa un profesional, convirtiéndola en una competidora feroz, infundiéndole disciplina, podría tener una futbolista fantástica.

¿Qué hizo para guiarla por ese proceso psicológico? Me senté con ella y le expliqué que para ser una jugadora campeona hacían falta cinco pilares: habilidad técnica, conciencia táctica, potencia física, resistencia psicológica y carácter. Le dije que ya tenía los dos primeros, pero que si podíamos tomar sus debilidades y convertirlas en fortalezas, podría llegar a ser la mejor jugadora del mundo. Entonces ella no me creyó. De hecho, nadie me creyó, ¡ni siquiera mi mujer! Pero lo asimiló todo. Simplemente necesitaba que alguien la orientase.

¿Y qué le convenció a usted, incluso cuando todos le decían que estaba loco, de que llegaría a ser una estrella? Ella era una atleta, lo absorbía todo, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa. Le expliqué los cambios que tenía que hacer en su vida personal, y los hizo enseguida. Le dije que tenían que ser su prioridad: olvidarse de la familia, de los amigos, del novio, de todo, todo eso tenía que pasar a un segundo plano. "Si quieres hacer esto, tiene que ser tu prioridad". Ella respondió: “Cuenta conmigo”. Nos entrenábamos seis horas al día, tres horas por la mañana y tres por la noche. En ningún momento mostró falta de interés ni dio la impresión de aburrirse. Se iba a casa y se preparaba para el día siguiente. En un mes supe que se lo estaba tomando en serio, y eso fue lo que me convenció.

¿Cómo fue transformar sus debilidades psicológicas en fortalezas? Le dije que ella no competía contra nadie, solo contra sí misma. Su competición era contra quien ella había sido ayer, que debía esforzarse para ser hoy mejor que ayer. Le dije: “Los días de partidos no juegas contra nadie. Juegas contra tu actuación anterior”. Carli lo asimiló, lo entendió y aún hoy sigue jugando contra eso. Nunca juega contra Japón, Brasil o Alemania, juega contra su última actuación. Y esa es una razón importante de su mejora continua. Le dije que se preocupase de las cosas que podía controlar, y esa era una muy importante. A día de hoy ya lo controla perfectamente. Dejar atrás los errores también es otro aspecto que debe tenerse muy en cuenta. Hay que aprender de ellos y dejarlos atrás enseguida. Hay que tener dos vidas: la vida con el equipo, y ayudar al equipo a alcanzar sus metas, y luego la propia vida personal en los entrenamientos. El aspecto psicológico no se detiene nunca, es todos los días. Son las cosas que he podido inculcarle a lo largo de los años.

¿Cómo alcanzó un equilibrio entre entrenarla y dejar también que creciese y se desarrollase por sí misma? Hay veces en las que no digo nada, porque quiero que aprenda ella sola. Y hay veces que estoy ahí, orientándola. En los partidos que no son importantes, dejo que fracase y rinda por debajo de su nivel, para que pueda tener la sensación de que le queda mucho trabajo por hacer y vuelva a la realidad. En los grandes torneos, estoy allí para ayudarla las 24 horas, todos los días. Pero tampoco la llevo de la mano todo el tiempo. Después de los Juegos Olímpicos de 2008, simplemente la dejé. Tuvo una temporada horrible, fue al Chicago Red Stars, y yo quería que tuviese esa temporada horrible, porque en cierto modo eso la devolvió a la realidad. Volvió a adoptar la mentalidad de los no favoritos. En 2012 estuvo en el banco de reservas, y eso la ayudó. Pasé cuatro o cinco días sin mencionárselo. Dejé que le quemase por dentro. Y luego hablamos. Fui eligiendo los momentos para inculcarle cosas y ayudarla, y en otros le dejé que llegase a sus propias conclusiones. Creo que una combinación de los dos aspectos ha servido para construir la máquina psicológica que es ahora.

¿Qué importancia tiene para los jugadores contar con un mentor en este deporte? Creo que todos los jugadores necesitan un entrenador o un mentor. Un futbolista profesional tiene que afrontar muchas cosas, desde todo lo que son las relaciones con los compañeros hasta los técnicos, pasando por las derrotas, las victorias, las lesiones y los medios de comunicación. Hay muchas cosas con las que se encuentra uno y el hecho de tener a alguien que pueda servir de protección contra todo eso y reorientar es algo importantísimo, en mi opinión. Todos los deportistas profesionales necesitan a alguien con quien poder hablar.

¿Y qué consejos tiene para los jugadores que están dando los primeros pasos de su trayectoria? Lo más importante es no depender del equipo para que te hagan mejorar. Hay que tomar las riendas del propio progreso individual. Cuanto más pueda hacer uno al margen del equipo, mejor estará. Los jugadores que llegan a lo más alto lo consiguen sencillamente porque le dedican más horas que todos los demás. Si un jugador depende de su equipo para que le permita alcanzar sus sueños, no ocurrirá. Hay que hacer sacrificios en la propia vida personal y encontrar formas de mejorar.

Usted asistió a la Gala del FIFA Ballon d’Or con Carli. ¿Qué significó ese momento y qué simbolizó para ustedes dos? (Risas) A mí no me sorprendió en absoluto. Se lo merecía. Para eso habíamos estado trabajando. Sé que no hay nadie en el mundo que se haya esforzado más que Carli para estar ahí. Siempre supe que si seguía trabajando acabaría lográndolo. Cuando se escuchó su nombre, lo primero que me dije mientras veía cómo subía al escenario fue: “Te lo dije, podías hacerlo”. Eso fue lo que me dije a mí mismo. Y después, cuando vi a Carli más tarde, ella lo reconoció: “Sí que tenías razón. No puedo creerlo”.