“Todo empezó en 2005, cuando el país hacía frente a una terrible epidemia de SIDA”, explica a FIFA.com Kitso Masi, director ejecutivo de South East District Youth Empowerment Association (SEDYEA). Hay que saber que Botsuana es uno de los países más gravemente afectados por la enfermedad en el mundo”.

Aquel año, mientras el promedio de esperanza de vida del país había caído hasta los 35 años, frente a los 65 años de 1990 (según un estudio de ONUSIDA), en todo el país surgieron iniciativas para combatir la propagación de la enfermedad.

Entre esas iniciativas, SEDYEA eligió el fútbol como herramienta de prevención y de educación entre los chicos y chicas de 9 a 18 años de edad.

“Nuestro objetivo era sensibilizar a los jóvenes a través del deporte, inspirándonos en lo que se estaba haciendo en Kenia”, continúa Masi.

“Nos dimos cuenta de que la pasión por el fútbol unía a los jóvenes de manera muy eficaz. Son edades en las que no te gusta que te den sermones, sino más bien que te aprecien y te valoren. El fútbol es perfecto para eso, y permite transmitir mensajes y reforzar los vínculos sociales en nuestra comunidad”.

Masi conserva en la memoria un recuerdo que ilustra bien el poder pedagógico del deporte rey: “Un día, un chico estaba jugando un partido con los sub-12 y metió un golazo. En lugar de celebrar su gol y de atribuirse toda la gloria, corrió hacia el que le había dado el pase para abrazarlo. Con ese gesto, demostró que había asimilado perfectamente la idea del colectivo y que había comprendido que necesitamos a los demás para tener éxito”.

“Varios jóvenes que han pasado por nuestro programa están hoy en las selecciones nacionales masculina y femenina representando a nuestro país, lo que demuestra de forma brillante el potencial de SEDYEA”, se congratula. “En líneas generales, constatamos que muchos de ellos han encontrado un empleo y se han desarrollado plenamente en el plano personal”.