viernes 25 junio 2021, 09:18

Catarino: "Júnior Negão y Michael Jordan me cambiaron la vida"

  • Catarino catapultó a Brasil a la conquista del título mundial en 2017

  • Aspira a conseguir triunfos individuales y colectivos en Rusia 2021

  • Los clasificatorios sudamericanos empiezan este sábado

Diogo Catarino estaba inconsolable. Había sentido muchas veces lástima por quienes sufrían el menoscabo de ser simples rellenos de una convocatoria. En esta ocasión, se atormentaba por algo inimaginablemente peor: su equipo lo consideraba a él inservible y había decidido acudir con un hombre menos a un torneo de beach soccer.

Tenía 20 años. Carecía de perspectivas profesionales. Vivía en una favela de Río de Janeiro sumida en la guerra contra las drogas y los enfrentamientos armados. ¿Qué iba a ser de su vida?

Sin embargo, de la noche a la mañana pasó página, de forma literal y figurada. Un libro de Michael Jordan y los ánimos que le infundió la leyenda del beach soccer Júnior Negão transformaron su mundo.

Ahora, a sus 31 años, Catarino es campeón de la Copa Mundial de Beach Soccer de la FIFA™ y se ha consolidado como uno de los mejores de esta disciplina. En esta entrevista con FIFA.com, habla con franqueza de aquella humillación de sus inicios, el título conquistado en Bahamas 2017, Rusia 2021 y su afán por conseguir un premio individual, además de manifestar su intención de utilizar el beach soccer para alejar a los jóvenes de la delincuencia

¿Puede hablarnos de los problemas que tuvo en su infancia y de cómo llegó al beach soccer?

Los niños de la favela pueden tomar dos caminos. Las oportunidades existen, pero es muy fácil que se dejen llevar, que los presionen para ir por el camino equivocado. Yo tuve la suerte de tener unos padres estupendos que nunca permitieron que eso me entrara en la cabeza, pero no es el caso de todo el mundo. He perdido amigos por culpa de las drogas y la delincuencia. Por eso pongo todo mi empeño en hablar con los niños y convencerlos de que sigan el camino correcto. Es algo de lo que me siento muy orgulloso, hablar con los niños para que se alejen de esa vida.

Empecé a jugar en la playa a los siete u ocho años. No era el beach soccer tal y como lo conocemos, pero yo practicaba en la playa. A los 11 o 12 años, me puse a jugar al fútbol también y empecé a pensar en dedicarme a ello. Es curioso, porque mi padre era el único hombre que había a mi alrededor que no sabía absolutamente nada de fútbol. Cuando me vieron jugar en el Vasco o en la Seleção, siempre bromeaban diciendo que tenía que hacerse una prueba de paternidad (risas).

Estuvo a punto de renunciar a tener una carrera profesional, ¿no?

Cuando tenía 19 años, Romário acababa de hacerse con el control del América, sabían de mi calidad y me hicieron una oferta. Entonces me fracturé un tobillo y mi gran oportunidad se esfumó. Me quedé destrozado. Estaba muy deprimido. No tenía ni idea de lo que iba a hacer en la vida. Jugaba al fútbol once en la playa, con las reglas del fútbol normal, con Júnior Negão. Cuando él se enteró, me invitó a jugar al beach soccer con él en el Vasco. Júnior Negão y Marcel son mis figuras paternas en el beach soccer: me motivaron para que no me rindiese. Pero el fútbol once en la playa no tiene nada que ver con el beach soccer. Me resultó dificilísimo. Yo era un centrocampista defensivo, mi función eran los marcajes. Lo único que hacía era cometer faltas, en cualquier tipo de contacto.

Cuando llegué al Vasco, la primera vez, había 16 jugadores. El equipo llevó a 15 a los torneos. Podría haber convocado 16, pero no se hizo porque yo no aportaba. Entendí por qué no me llevaron, pero me dolió, claro que sí. Una vez, los jugadores experimentados no estaban disponibles y solo teníamos 12 para un reto que había en la playa de Copacabana. Recuerdo que estaba entusiasmado, pero se me excluyó, nada más que fueron 11. Me sentí completamente inútil. Eso me dejó destrozado, me quedé sentado llorando en mi cuarto. Fue como la gota que colmó el vaso, ya no aguantaba más.

Pero esa noche me puse a leer un libro sobre Michael Jordan: Never Stop Trying [Nunca dejes de intentarlo], de Bernardinho. Él había estado en la misma situación que yo. Se había encerrado en su habitación, muy disgustado, pero en lugar de rendirse se mentalizó: “No voy a permitir que me vuelva a pasar esto”. Eso me ayudó mucho, muchísimo. Me dije: “Bien, el lunes voy a ser el primero en llegar al entrenamiento y el último en marcharme. Voy a hacer todo lo posible para que nadie vuelva a dejarme fuera”. Me volqué en cuerpo y alma. Me inspiré en el libro de Michael Jordan, en otro de Bernardinho, Transformar el sudor en oro, en la Biblia y en Júnior Negão, que nunca dejaba de motivarme, diciéndome que podía conseguirlo.

Todos los días que había entrenamiento, bajaba de la favela, pasaba por delante de la casa de Júnior Negão, recogía los balones y las banderas, para echar una mano, y me entrenaba solo durante un buen rato hasta que llegaban todos los demás. Lo hice con mucho ahínco durante cerca de un año. Mucha gente que me ve hoy no tiene ni idea de lo que tuve que pasar para llegar a donde estoy. Tardé dos años en jugar mi primera competición oficial con el Vasco.

Y en 2015 fue convocado para el Mundial de Beach Soccer…

No jugué en los clasificatorios ni en la Copa América. Me habían incluido en el plantel que estaba preparando el Mundial, no creía que fuese a entrar en la lista definitiva, pero pensé: “Voy a estar preparado al cien por cien, por si acaso”. Me quedé fuera de la convocatoria final, pero lo primero que hice fue ir a hacer ejercicio con mi mujer. Entonces sonó el teléfono: había habido una lesión.

Procuré no entusiasmarme y concentrarme en el fútbol. Luego, en nuestro primer partido, cuando escuché el himno nacional brasileño, fue cuando me di cuenta. Resultó muy emotivo. Empecé a acordarme del himno nacional cuando iba a ver jugar a Júnior Negão y a Jorginho en el Copacabana, de niño. Ahora era yo quien estaba jugando en el Mundial. No fue el torneo que esperábamos, pero para mí, personalmente, supuso la verdadera justificación de todo por lo que había pasado hasta llegar a ser jugador de beach soccer. Estaba representando a Brasil en un Mundial, representando a la favela de Chapéu Mangueira, y representando a todos los niños de la favela que tienen sueños. Eso me llenó de orgullo.

En 2017 marcó en todos los partidos, ocho goles en total, y ayudó al primer título de Brasil en ocho años…

En cuanto terminó el Mundial de 2015 me centré en ser lo mejor que pudiese ser en 2017. En 2015 acababa de llegar a la Seleção. En 2017 ya estaba consolidado, conocía a todo el mundo. Antes de nuestro debut —que recuerdo perfectamente, como si fuera ayer—, Júnior Negão entró en el vestuario y dijo: “Catarino, hoy vas a tener un día como Júnior Negão”. El rival era Tahití, subcampeón de 2015, y yo le dije que lo único que quería era ganar. Pero entonces marqué de chilena y de una volea fortísima y ganamos 4-1, con remontada. Después del partido, Júnior Negão me gritaba: “¿Ves cómo te lo había dicho?”. Y las cosas no dejaron de ir a más. Seguí marcando y ganamos el título. Soy defensa y terminé como tercer máximo goleador del torneo, fue un sueño. Lo único que me entristeció un poco fue no ganar un premio individual.

Todo el mundo me decía que merecía uno, hasta los rivales. El título era más importante, pero había hecho un Mundial espectacular y hubiera sido increíble tener un reconocimiento.

Brasil sufrió la desilusión de caer ante Rusia en cuartos de 2019. ¿Cómo se preparan para los clasificatorios sudamericanos para Rusia 2021?

El 2019 fue una gran decepción. Lo hicimos muy bien en la fase de grupos. Uno puede tener jugadores excelentes y un entrenador excepcional, pero es posible que ocurra eso. Obviamente, estamos decididos a recuperar el título, aunque primero habrá que lograr la clasificación. Nos quedamos sin algunos grandes jugadores que compiten en Europa, pero Brasil tiene una reserva enorme de gente para hacer la convocatoria. Puede quedarse sin cinco hombres e incorporar a otros cinco de la misma calidad. Los preparativos van muy bien. Tenemos un gran entrenador y la confianza está alta.

¿Quién es el mejor jugador que ha visto en su vida y quién es el mejor jugador del mundo en estos momentos?

Es difícil comparar, porque cada uno tiene sus propios atributos, pero en los dos casos me quedo con alguien que lo tiene todo: Mauricinho. Es tremendo.

¿Se considera usted el mejor del mundo en su demarcación?

¿Puedo ser sincero de verdad? Creo que sí. Ozu es un jugador increíble. Tuve el honor de jugar con él. Me inspiró mucho. Se esforzó muchísimo para convertirse en un defensa que lo hace todo. Yo me entreno a fondo todos los días para hacer lo mismo. Para defender, dar asistencias, chutar con la derecha, con la izquierda, ejecutar chilenas, ser imprevisible. Ozu tiene una habilidad asombrosa, pero no juega para sí mismo, sino que lo da todo para que el equipo gane. Es un jugador fenomenal y una persona excelente. Se merece todo el reconocimiento que recibe y más.

Para terminar, ¿qué objetivos se ha marcado en 2021?

¿Cuánto tiempo tiene? (Risas) Voy a ser padre por primera vez, es todo un sueño. Quiero ser campeón de la Copa Libertadores y del mundo con el Vasco. Quiero ganar los clasificatorios sudamericanos y el Mundial. Ayudar a la Seleção a ganar el título es lo más importante, y ya sé que los jugadores no lo dicen, pero voy a ser sincero: me encantaría ganar uno de los premios individuales del Mundial. Me entreno mucho, todos los días, pensando en eso. Me encantaría poder enseñarle a mi hijo el Balón de Oro, de Plata o de Bronce.

Y un gran sueño que tengo es poner en marcha un proyecto para ayudar a los niños de las favelas, darles la oportunidad de jugar al beach soccer. Ya he conseguido llevar a tres jóvenes a Portugal a jugar conmigo. Insisto, me siento muy agradecido por tener los padres que tengo, por que haya habido una persona como Júnior Negão en mi vida, y me encantaría poder ayudar a otros niños de la misma manera.