sábado 21 mayo 2016, 10:19

Riise rememora el triunfo de Noruega en 1995

  • Hege Riise ganó el Balón de Oro en Suecia 1995

  • Reflexiona sobre el título de Noruega

  • Riise: "Llegamos a ese torneo montando una gran ola de confianza"

Hege Riise y Carli Lloyd se conocen bien y tienen mucho en común. Ambas trabajaron varios años juntas, cuando Riise formaba parte del cuerpo técnico de Pia Sundhage en la selección de Estados Unidos, y pronto surgió una admiración mutua. Lloyd calificó de “formidables” las aportaciones tácticas y técnicas de la noruega, mientras que Riise contempló con alegría la irrupción de su antigua pupila en los máximos escenarios del fútbol.

“Carli siempre ha trabajado mucho y ha sido una jugadora fundamental para Estados Unidos, pero realmente eclosionó como líder en el Mundial de 2015”, explicó Riise a FIFA.com “Se echó al hombro la responsabilidad de conducir al equipo y además añadió una dimensión extra a su juego con la calidad de sus pases y de sus disparos a puerta desde fuera del área”.

Ni que decir tiene, la legendaria jugadora de Noruega sabe mejor que muchos lo que se necesita para guiar a un equipo hasta la gloria en un Mundial desde la posición de mediocampista ofensiva. De hecho, además de su conexión durante la época de Sundhage y de haber ocupado la misma demarcación sobre el terreno de juego, Riise y Lloyd forman parte del club exclusivo (al que pertenecen otras siete futbolistas) de ganadoras del Balón de Oro de la Copa Mundial Femenina de la FIFA.

Dos décadas separan las ediciones en las que brilló cada una de ellas, y muchas cosas han cambiado durante este tiempo. Los cambios, además, has sido exclusivamente para mejor. Riise se maravilla cuando ve a las estrellas profesionales del Mundial en las portadas de las revistas y de los vídeojuegos, e idolatradas en muchos otros lugares.

Aunque llegó al fútbol demasiado pronto como para beneficiarse completamente de la cobertura mediática mundial que actualmente recibe la competición, esta entrenadora se siente muy orgullosa de haber desempeñado una labor pionera en el establecimiento de la Copa Mundial como plataforma para la excelencia.

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“Siempre supimos que contar con un Mundial supondría un gran paso para el fútbol femenino, y así ha sido”, declara. “El nacimiento de la competición en 1991 constituyó un acontecimiento descomunal para el fútbol femenino y para el deporte femenino en general. Significó un paso fundamental para subir el listón. En mi caso me resulta maravilloso ver el torneo como es ahora, con la enorme cantidad de público y la atención que ha recibido en Canadá. Me alegro mucho de haber formado parte de su historia”.

Tres ediciones maravillosas, un recuerdo más brillante

Riise, de hecho, desempeñó un papel protagonista en tres ediciones diferentes, y participó en el primer acto de la función: el partido inaugural de aquella primera edición de 1991. Aunque la derrota por 4-0 sufrida ante la anfitriona, la RP China, constituyó un doloroso debut, otro aspecto de la experiencia le dejó recuerdos muy gratos.

“Recordaré aquel partido el resto de mi vida, no por el fútbol ni por el resultado, sino por los espectadores”, asegura refiriéndose al hecho de que el encuentro se jugara ante 65.000 personas. “Entonces supe que la Copa Mundial Femenina se convertiría en una competición realmente especial”.

Sin embargo, en aquel partido inaugural se produjo la falsa impresión de que Noruega no llegaría a ser más que un equipo del montón. No obstante, el equipo de Even Pellerud sobrevivió hasta la última jornada, al igual que en las dos ediciones posteriores. Posteriormente, la selección se colgaría el oro olímpico. Pero la competición que Riise recuerda con más cariño no es Sídney 2000 sino Suecia 1995, cuando su equipo levantó el trofeo de la Copa Mundial Femenina de la FIFA y ella misma se proclamó mejor jugadora del torneo.

“Aquel se convirtió en el mejor momento de mi carrera, sin duda alguna”, afirma. “Ganar los Juegos Olímpicos fue maravilloso, pero el desarrollo de la competición no fue el mismo. Aquel Mundial de 95 fue mi mejor experiencia, y el Balón de Oro sigue llenándome de orgullo. Viví una competición fantástica y disfruté de cada minuto. Me encontraba en plena forma y tenía la impresión de que nada podía detenerme”.

“Creo que la mayoría del equipo sentía lo mismo que yo en 1995. Teníamos el mismo seleccionador que en 1991 y más o menos las mismas jugadoras, y habíamos desarrollado una forma de entrenarnos, realmente intensa, que nos había proporcionado la mejor forma física de nuestras carreras y hacía que nos sintiéramos prácticamente imparables de camino a aquel Mundial. Llegamos al torneo en la cresta de la ola, pletóricas de confianza”.

Desde el principio quedó claro que aquella confianza estaba plenamente justificada. Encuadradas en un grupo en el que también figuraban Canadá, Inglaterra y Nigeria, las noruegas marcaron un total de 17 goles sin réplica antes de eliminar a Dinamarca en cuartos. La siguiente en caer fue Estados Unidos, su verdugo en la final de 1991. En el partido decisivo se enfrentaron a Alemania, y dos goles en tres minutos en la primera parte, el primero de una magnífica jugada individual de Riise, les otorgaron el triunfo.

“Hay momentos que no se olvidan, y aquel gol en la final es uno de esos momentos para mí”, comenta con una sonrisa. “Sin embargo, aunque dominábamos tan claramente el partido, éramos bien conscientes de que teníamos delante a Alemania, una selección que nunca se rinde, por lo que no nos relajamos hasta el pitido final. Luego lo celebramos a lo grande. Incluso dos aviones militares volaron junto al nuestro, a modo de escolta especial, de regreso a Noruega, donde nos esperaba una gran fiesta en el aeropuerto”.

Un partido inolvidable y las ganas de volver

Festejos como aquellos no se repetirían cuatro años después, cuando Estados Unidos, que ejercía de anfitriona, volvió a conquistar la competición. No obstante, al igual que en 1991, las escenas que se producían fuera de los terrenos de juego y las pruebas de progresos genuinos impidieron que Riise se desanimara.

“El solo hecho de estar presente en Estados Unidos durante aquella competición era una experiencia increíble”, asegura Riise, cuyo equipo perdió en semifinales contra China. “Jugamos el partido por el tercer puesto contra Brasil y, como la final se disputaba directamente después de nuestro encuentro, el estadio estaba a rebosar, con 90.000 espectadores para el momento en el que terminó nuestro partido. Como jugadora, fue una gozada. ¿Cómo no disfrutar cuando se forma parte de algo tan grande?”.

Ahora que Riise se ha afianzado como entrenadora de clubes en Noruega, y ha trabajado además con la selección sub-23, surge inevitablemente una pregunta: ¿volverá a gozar de las delicias del Mundial, esta vez en los banquillos?

“Eso espero”, responde con sinceridad. “Por ahora, soy feliz con lo que hago y siento que mejoro sin cesar. Sin embargo, después de haber disfrutado de la experiencia del Mundial sobre el terreno de juego, me encantaría regresar como entrenadora”.