lunes 16 noviembre 2020, 06:23

Desbrozando el camino para los aborígenes australianos

  • La Semana del Fútbol Indígena se creó para ayudar a abrir nuevas vías

  • Seis aborígenes australianas han representado a las Matildas

  • Shadeene Evans y Jada Whyman sueñan con jugar el Mundial de 2023

La pasión por el deporte de los aborígenes australianos posee una tradición larga y profundamente arraigada. Según varias fuentes, la población indígena del país jugaba a juegos de pelota antes de que existiese el fútbol reglamentado en esas tierras. De hecho, los primeros deportistas que se desplazaron al extranjero en representación de Australia fueron un combinado de jugadores de críquet indígenas que visitaron Inglaterra en 1868.

Los aborígenes australianos también han estado presentes en momentos cruciales en la historia del fútbol nacional. Sobre todo, Harry Williams representó a los Socceroos en su debut en una Copa Mundial de la FIFA™, en 1974.

En 2011, Kyah Simon marcó los goles que dieron a las Matildas su primera victoria contra una selección europea en una Copa Mundial Femenina de la FIFA™. Cuatro años más tarde, Simon anotó ante Brasil el solitario tanto con el que Australia ganó su primer partido en una segunda fase de la competición mundialista; mientras que, en el otro extremo del campo, la atlética guardameta Lydia Williams –hija de un líder de una tribu Noongar– mantuvo a raya a Marta y compañía.

La interacción del fútbol australiano con la comunidad indígena todavía no es tan fuerte como pudiera ser –varios otros deportes ostentan un índice de participación proporcionalmente mayor–, pero un hombre sigue contribuyendo a reparar ese desequilibrio histórico.

Moriarty, el motor del cambio

John Moriarty se antoja una especie de figura paterna para la familia del fútbol aborigen de Australia. La trayectoria vital de Moriarty, nacido en una zona aislada del Territorio del Norte, ha dado algunos giros insospechados; entre ellos, ser el primer indígena australiano en ser convocado con la selección nacional, en 1960, aunque esos partidos se acabaron cancelando. Fuera del fútbol, su pasión por el arte le llevó a decorar con vistosos motivos aborígenes varios aviones de Qantas.

Sin embargo, la mayor pasión de este enérgico australiano de 82 años consiste en fomentar las oportunidades para los jóvenes futbolistas indígenas. El principal conducto para llevar a cabo ese objetivo es la John Moriarty Foundation [JMF].

La semana pasada tuvo lugar la quinta edición de la Semana del Fútbol Indígena de la JMF. Para que coincidiese con la celebración de la semana del NAIDOC [Comité de Observancia del Día Nacional de los Aborígenes e Isleños], el festival se celebró en tres lugares distintos, incluida la localidad interior de Tennant Creek.

En los últimos años se ha producido un fuerte crecimiento del fútbol femenino indígena. Con la inclusión de Gema Simon en la plantilla de Australia para Francia 2019, solamente una lesión de su prima Kyah impidió que hubiese tres integrantes de las Matildas de origen indígena.

Las dos embajadoras de la pasada Semana del Fútbol Indígena albergan esperanzas de participar en la máxima competición mundialista cuando se organice en tierras australianas en 2023. Shadeene Evans y Jada Whyman, ambas jugadoras de la W-League, se brindaron como modelos tangibles a imitar para los 1.200 jóvenes participantes en grupos de edad desde los 10 a los 18 años.

La primera procede de la localidad natal de Moriarty, Borroloola, que, por alucinante que suene, se encuentra a un día entero en coche de la ciudad más cercana. Pero gracias a la JMF, Evans pasó de dar patadas a un balón en campos de tierra roja y con baches a disfrutar de entrenamientos de élite en Sydney. Así, ha acabado jugando en el Sydney FC, un equipo que sabe lo que es ganar la W-League, e incluso en el combinado sub-20 de las Matildas.

Becas y la apertura a un mundo nuevo

El lema del festival de este año era “Caminos” (tal vez teniendo en mente el éxito de Evans), y aspiraba a crear oportunidades para unos jugadores que, de lo contrario, podrían pasar desapercibidos.

Este año, la JMF puso en marcha un nuevo programa de becas para la comunidad. No solamente se creó para desarrollar talentos, sino también para favorecer cambios positivos a través de un fuerte compromiso en la comunidad y las escuelas.

El nuevo programa proporciona becas a deportistas seleccionados dentro de sus comunidades con tutorías y orientación individualizadas, equipación y material escolar, unas prácticas en un club de fútbol de la zona asociado con la JMF, equipación futbolística y apoyo para los desplazamientos.

“Con el fútbol, estaba la oportunidad de practicar deporte, pero también las oportunidades inherentes a este deporte”, afirmó Moriarty sobre sus propias experiencias. “Me brindó la oportunidad de hacer cosas en muchos otros ámbitos”.

“Los jóvenes jugadores no solamente pueden desarrollar sus habilidades futbolísticas aquí, sino también, si son lo bastante buenos, representar a su país y jugar en el extranjero. El fútbol me brindó un magnífico comienzo [en la vida], y por eso iniciamos nuestro programa”, concluyó.