viernes 30 noviembre 2018, 22:19

Un coro, unas visitas y el legado en marcha

  • Jugadoras uruguayas sub-17 visitaron una escuela

  • Los niños, parte del coro de la ceremonia del clausura

  • Las futbolistas contestaron preguntas y firmaron autógrafos

“Ser un modelo a seguir es la manera más influyente de educar”. Las palabras del exentrenador de baloncesto John Wooden encajaban a la perfección en el patio de este colegio situado en las afueras de Montevideo.

Ahora que la sexta edición de la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA se aproxima a su punto culminante en Uruguay, la pregunta sobre su legado se vuelve más pertinente que nunca.

¿Dejará el certamen nuevas instalaciones en el país anfitrión? ¿Las futbolistas que han representado a sus países lo aprovecharán como trampolín para una posterior y exitosa carrera en el fútbol? ¿O serán ambas cosas, además de algo menos tangible pero igual de importante como es servir de inspiración a otros?

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Normalmente, quienes trabajan en un evento deportivo, solamente ven aquellas zonas de la ciudad que separan su hotel del estadio. Sin embargo, la Escuela 355 está ubicada en una parte de Montevideo alejada de esa ruta tan habitual.

Cinco futbolistas que representaron a Uruguay en el torneo acudieron recientemente a este colegio para compartir con algunos niños sus experiencias a lo largo de estas tres últimas semanas.

A su llegada, los niños —con edades comprendidas entre los cinco y diez años— bailaban y ensayaban una canción que interpretarán en la ceremonia de clausura. Dirigidos por sus enérgicos profesores, los niños se movían al ritmo de la música al tiempo que la bandera uruguaya ondeaba al viento.

Cuando acabaron, uno de los profesores agarró un micrófono y presentó a Esperanza Pizarro, Valentina Morales, Solcire Pazos, Daniela Olivera y Juliana Viera. Las jugadoras, a su vez, explicaron lo que había significado para cada una de ellas representar al país anfitrión. Los niños guardaron total silencio durante sus intervenciones.

En las paredes de la escuela, una serie de carteles y dibujos mostraban lo que los niños habían aprendido acerca del torneo. Uno de los pequeños se levantó y, orgulloso, presentó el suyo.

A continuación, llegó el turno para que los niños plantearan sus preguntas a las jugadoras, y no se cortaron lo más mínimo a la hora de abordar asuntos delicados: “¿Cómo se sintieron después de perder 0-5 contra Ghana en el primer partido?”, preguntó un alumno de diez años ante la mirada atónita de los profesores.

La apasionada y elocuente respuesta de Olivera demostró lo fácil que es olvidar a veces que estas chicas apenas tienen 16 o 17 años.

Hacia el final de la tarde, ocurrieron tres cosas que, a buen seguro, dejarán un recuerdo imborrable. En primer lugar, cinco de los alumnos más pequeños les regalaron una plantita a las cinco jugadoras en agradecimiento por su visita. Acto seguido, todos juntos representaron una emotiva versión del Uruguay nomá.

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Y, finalmente, una imagen inolvidable: antes de que las futbolistas se marcharan, un pequeño y curioso grupo de niñas y niños se arremolinó a su alrededor.

Continuaron haciendo preguntas a las jugadoras y pidieron a las internacionales uruguayas que les firmaran autógrafos. Si no tenían a mano un trozo de papel, les ofrecían la ropa.

El mes pasado, la FIFA presentó su primera Estrategia para el Fútbol Femenino. Fatma Samoura, secretaria general de la FIFA, dijo entonces que espera que “el fútbol sea más accesible para todas las chicas y mujeres y que fomente su empoderamiento, ahora más que nunca, un factor de vital importancia”.

Después de ver el brillo en los ojos de algunas niñas uruguayas, cabe pensar que Esperanza, Valentine, Solcire, Daniela y Juliana han conseguido precisamente eso. Y, solo por esa razón, el legado de este torneo perdurará mucho tiempo después de que se chute el último balón, se levante el trofeo y se apaguen los focos del estadio por última vez.