lunes 13 febrero 2017, 17:14

El triplete inédito de Geoff Hurst

  • Hurst era la tercera opción como delantero de Inglaterra

  • Afirma enfáticamente que su segundo gol en la final sí pasó de la raya

  • Admite que estaba apuntando a la fila Z en su tercero

Los acontecimientos que suceden en una final de la Copa Mundial de la FIFA™ suelen trascender el mundo del fútbol y convertirse en momentos culturales emblemáticos por derecho propio. Pelé alzando el trofeo Jules Rimet por tercera vez en 1970, el doblete de Mario Kempes que dio a Argentina su primer título en 1978 y el logro similar de Zinedine Zidane dos décadas más tarde destacan entre aquellos cuyo impacto se ha dejado sentir en toda la sociedad.

Sin embargo, posiblemente pocos hayan tenido una resonancia tan intensa en una conciencia nacional como el triunfo de Inglaterra en 1966, que sigue siendo un momento de enorme peso en la historia de ese país, medio siglo más tarde. Toda leyenda necesita un protagonista principal, y, como no podía ser de otro modo, el de ese instante del folclore futbolístico inglés es un caballero del reino: sir Geoff Hurst.

Hurst es el autor del mayor número de goles en una final mundialista, y todavía hoy el único hombre que ha firmado una tripleta en el choque por el título. Su contribución resultó imprescindible para dar a los anfitriones una espectacular victoria por 4-2 sobre Alemania Occidental. Después de que su adversario asestase a los ingleses un duro golpe al empatar en el minuto 89, Hurst materializó dos realizaciones en la prórroga, la segunda de ellas el tanto más tardío que se haya anotado nunca en una final.

FIFA.com cuenta cómo fue el choque que cambió la vida de Hurst y los récords que estableció en el Mundial.

El jugador

El héroe de la selección inglesa que marcó la tripleta en 1966 nació en diciembre de 1941 llevando el deporte rey en la sangre —su padre había sido futbolista— y se incorporó al West Ham United para aprender los gajes del oficio a los 15 años. Hurst jugó su primer partido oficial con los Hammers en febrero de 1960, ocupando al principio una posición en el mediocampo. Ron Greenwood, futuro seleccionador de Inglaterra, fue nombrado entrenador del equipo en 1961, y lo ubicó en la punta de ataque. Después de demostrar su acierto ante la meta contraria con el club, Hurst ganaría la FA Cup** de 1964, viendo puerta en la final contra el Preston North End, para luego alzar la Recopa de la UEFA, un año más tarde.

Los éxitos que estaba cosechando en su equipo y su reputación como artillero de garantías hicieron que su primera convocatoria con la selección nacional no tardase: en febrero de 1966, debutó con el combinado absoluto inglés en un amistoso ante Alemania Occidental, el mismo conjunto ante el que marcaría su famosa tripleta cinco meses más tarde.

Cuando formó parte del plantel de Inglaterra para el Mundial de 1966, Hurst tenía al principio por delante a Jimmy Greaves y Roger Hunt, y no actuó hasta la fase de cuartos de final. Una lesión de Greaves en el último partido de la fase de grupos dio al ariete del West Ham la oportunidad de reivindicarse. Así, fue titular en cuartos de final contra Argentina, y marcó el único tanto del partido en el que los suyos vencieron 1-0. El resto, como se sabe, es historia.

Después de esa histórica tripleta en la final de 1966 y la conquista del Mundial, Hurst se colgó la medalla de bronce en el Campeonato Europeo de la UEFA 1968. Tras dejar el West Ham en 1972, el jugador, internacional en 49 ocasiones, vestiría los colores de Stoke City, West Bromwich Albion, Cork Celtic y Seattle Sounders, además de pasar, como cedido, por el Cape Town City. Y después de colgar las botas, entrenó a Telford United, Chelsea y Kuwait SC. En 1998 se le concedió el título de sir.

El récord

Antes de la final de 1966, únicamente cuatro futbolistas habían anotado más de un gol en el choque por el título de los siete Mundiales anteriores. El italiano Gino Colaussi fue el primero en marcar un doblete en una final mundialista, que ayudó a los Azzurri a adjudicarse su segundo trofeo global, frente a Hungría en 1938. Helmut Rahn repitió esa gesta, también contra los magiares, en 1954, antes de que Vavá y Pelé consiguiesen sendos dobletes en la final de 1958, en Solna.

Nadie había sido capaz aún de ir un paso más allá, de llevarse el balón del partido más importante del mundo. Hasta esa tarde de julio en el estadio de Wembley, en 1966.

El primer gol de Hurst sirvió para empatar la contienda en el minuto 18, después de que Helmut Haller dejase atónitos a unos espectadores en su gran mayoría locales abriendo el marcador, y fue un tanto característico del número 10 inglés, un verdadero depredador del área. Bobby Moore, capitán de los Tres Leones, mandó un balón bombeado a la olla y el delantero superó a la defensa alemana para rematar de cabeza a quemarropa lejos del alcance de Hans Tilkowski.

El atacante del West Ham United tuvo que esperar hasta la prórroga para hacer su segundo gol, no exento de polémica. Hurst recibió el esférico dentro del área alemana, a centro de Alan Ball desde la derecha, se giró y disparó a puerta. Tilkowski no tuvo tiempo de reaccionar, la pelota se estrelló contra la parte inferior del larguero, rebotó y se alejó del arco. El árbitro asistente, Tofik Bakhramov, levantó el banderín y el gol fue dado por bueno. La decisión del azerbaiyano pasaría a la historia, y cuando falleció, en 1993, se puso su nombre al estadio nacional de su país.

La diana que dio a Hurst su récord permanece grabada en el recuerdo de todos los aficionados al fútbol ingleses, incluso de quienes no habían nacido aún en 1966. Corría el minuto 120 e Inglaterra ganaba 3-2 gracias al segundo gol de Hurst. El público ya celebraba la victoria, y algunos hinchas incluso habían empezado a introducirse en el campo. El número 10 recibió un balón largo de Moore, armó un disparo con la zurda dentro del área y envió un potentísimo tiro para batir a Tilkowski. Fue así una “tripleta perfecta” —remate de cabeza, pierna derecha y pierna izquierda— de Hurst, y también para Inglaterra, que ganaba su primer Mundial en casa.

Así lo recuerda el protagonista

“El primer gol probablemente fuese el más importante. Perdíamos 1-0, y volver a meterse rápido en un partido es importantísimo. Además, fue un gol producto de los entrenamientos, entre mi capitán, Bobby Moore, y yo. Fue muy gratificante marcar un gol así, llevar a la final de un Mundial algo que practicábamos desde los 15, 16 y 17 años”.

“Nadie dijo que íbamos a ganar el Mundial, pero teníamos un carácter tremendo en el equipo, y un gran seleccionador. Creo que cuando Alemania empató, probablemente muchos otros equipos se hubieran venido abajo. La situación favorecía a Alemania, pero gracias a la fortaleza y el carácter del equipo lo olvidamos enseguida”.

“Alf Ramsey dijo algo que recordaré siempre. Al terminar el tiempo reglamentado algunos jugadores se estaban sentando, y Alf dijo: ‘Arriba, que nadie se siente. Que los alemanes no piensen que estáis cansados. Habéis vencido a Alemania una vez, salid y ganad de nuevo’. Y lo hicimos, claro”.

“Se lo diré a cualquier persona del fútbol mundial, el balón [del segundo gol, el tercero de Inglaterra] estaba al menos un metro dentro. Y punto. Lo digo en serio, le di a la media vuelta y me caí. Así que no podía ver mucho. El balón llegó a rebotar detrás de Tilkowski, desde mi perspectiva yo no lo vi. Pero cuando uno tiene 24 años y va empatado a 2-2 contra Alemania, quiere creer con todas sus fuerzas que el balón ha traspasado la línea de meta”.

“[En el tercer gol] siendo sincero, cuando me acerqué a la frontal del área estaba pensando que el partido casi había acabado. Pensé en darle con todas las fuerzas que me quedaban en la pierna izquierda, yo pensaba que si el balón se iba alto, a las gradas, hacia el público, cuando el recogepelotas se lo diese a Tilkowski, cuando este reanudase el juego, entonces seguro que el partido ya acababa. Pero, como todos saben, ¡fallé y el balón entró!”.

“A mi suegro no le gustaba mucho el fútbol, pero asistió al partido con mi esposa, y antes del partido pronosticó que yo iba a marcar tres goles. Ojalá hubiese hecho una apuesta, ¡creo que las probabilidades habrían sido bastante buenas!”.