Weverton, una historia increíble con final feliz

El viaje de regreso a Curitiba era largo y Weverton, sentado en el avión, intentaba todavía digerir la derrota por 2-0 que su Atlético Paranaense había sufrido el día anterior frente al Sport Recife en la 17ª jornada de la liga brasileña. Entonces sonó el teléfono y el portero recibió una noticia que nunca se hubiera esperado en un momento así: lo habían convocado, contra pronóstico y por primera vez en su carrera, para defender la camiseta de la selección nacional. Por si fuera poco, le proponían ser titular en el Torneo Olímpico de Fútbol Masculino Río 2016. El veterano Fernando Prass, la primera opción del seleccionador Rogério Micale, se había roto el codo y se había caído de la lista para la cita olímpica.

Apenas un mes después de la escena que acabamos de describir, Weverton responde a las preguntas de FIFA.com no sólo como ganador de la medalla de oro, sino como héroe de un triunfo histórico. El arquero todavía oye los gritos de un Maracaná eufórico que, antes de una tanda de penales no apta para cardíacos, coreó su nombre y le llamó "el mejor de Brasil". En el quinto lanzamiento de la selección alemana, ejecutado por el delantero Nils Petersen, el máximo goleador de la competición, Weverton adivinó la izquierda y abrió la puerta del triunfo al combinado anfitrión. Imposible haberlo imaginado el 30 de julio.

“Es una historia increíble, ¿no le parece?”, se sincera el guardameta antes de revelar la compleja mezcla de sensaciones que le causó la inesperada noticia. Al principio sintió satisfacción, pero enseguida se abrumó un poco: "Me sentí un poco ansioso y asustado ante el reto de defender la selección en unos Juegos Olímpicos en casa. Sabía que un desafío de esta magnitud era de los que dejan huella".

Convertirse en ídolo de la afición de un club de élite como el Atlético Paranaense cuando se viene de una ciudad sin gran tradición futbolística como Río Branco, la capital del estado brasileño de Acre, tras pasar por la cantera del Corinthians, ya es un logro bastante improbable. Sin embargo, este portero de 28 años regresará ahora al conjunto de Curitiba con una medalla de oro olímpica al cuello y habiendo desempeñado un papel clave en la conquista del histórico galardón.

Un largo invicto y un estudio profundo A lo largo de los 570 minutos que jugó en el certamen que supuso su primera experiencia con la selección brasileña, Weverton recibió sólo un gol con el balón en juego, anotado por el alemán Maximilian Meyer. En la primera parte de la final, el portero brasileño había salvado prodigiosamente un peligrosísimo remate de Matthias Ginter desde dentro del área grande.

"Alcanzamos la final sin conceder gol alguno y eso nos sirvió para ganar confianza, tanto a mí como al conjunto del equipo", asegura. "Ha sido un partido difícil ante un buen rival que sabe jugar al fútbol y que puede estar satisfecho, porque ha hecho un gran encuentro. Nos empataron en la segunda parte, pero supimos recuperarnos de ese revés. Cuando llegamos a la tanda de penales me sentí bien".

De las palabras de Weverton se puede deducir que el guardameta había hecho los deberes antes de la final. Lógicamente, si hubiese podido elegir, el portero, al igual que sus compañeros y los 63.707 aficionados presentes en Maracaná, habría preferido probablemente no tener que someterse al sufrimiento de una tanda de penales, pero, ante la posibilidad de que eso llegase a ocurrir, Weverton se preparó concienzudamente. "Había estudiado a los lanzadores rivales y me sentí con confianza incluso cuando la suerte no me acompañó en el comienzo de la tanda. Sin embargo, Dios me permitió parar el último penal, y Neymar hizo después lo que tenía que hacer", recuerda. "Lo que hemos conseguido es histórico para el fútbol brasileño", concluye.

Puede que ni se le pasase por la cabeza hace un mes, pero el hecho es que Weverton ha contribuido a este logro histórico con una parada que será recordada durante mucho tiempo como uno de los momentos más importantes en la trayectoria de una gran selección como Brasil. Queda claro que, cuando tome el avión de vuelta a Curitiba, el guardameta del Atlético Paranaense tendrá que tocar la medalla de oro que cuelga de su cuello para acabar de convencerse de que todo esto ha ocurrido de verdad.