En el fútbol, cada triunfo tiene su génesis, ese momento específico en el que se plantaron las semillas del éxito y de las celebraciones. Y para millones de aficionados a lo largo y ancho de Sudamérica, el origen de su particular fuente de alegría se remonta al 19 de abril de 1960.

La Copa Libertadores se ha convertido en una sensacional competición que atrae televidentes de todo el mundo, y es, sin lugar a dudas, uno de los trofeos más prestigiosos del fútbol de clubes.

Pero antes de alcanzar ese punto, hubo un comienzo, una línea de salida que se encuentra en el estadio Centenario de Montevideo, en una jornada, de la que se cumplen 60 años, en la que 35.000 incondicionales se dieron cita para ver al Peñarol, campeón de Uruguay, medirse a su homólogo boliviano, el Jorge Wilstermann.

Aquel primer encuentro fue claramente desigual, dado que los anfitriones se impusieron a sus rivales del norte por 7-1. Como curiosidad, cabe destacar que Alberto Spencer anotó sus cuatro primeros goles de los 54 que sumó en el certamen a lo largo de su carrera, un record que aún permanece vigente a día de hoy.

Su compañero Celso Borges puso el 1-0 en el marcador cuando apenas había transcurrido un cuarto de hora de juego, allanando así el camino a las miles de dianas que se sucederían en los siguientes cincuenta y tantos años. Con todo, es justo decir que la primera de todas ellas no pasó a la historia como la más bonita.

Juan Hohberg avanzo por el mediocampo y realizó un pase en profundidad a Luis Cubilla, de 20 años de edad, pero el disparo del carrilero derecho fue a parar al larguero. Así lo narró el rotativo uruguayo El Diario: "_Recogió el rebote Borges _shoteando fuerte, pegando la pelota en Rocabado; tomando otra vez Borges quien remató en forma alta venciendo al golero Rico".

Cubilla también vio puerta en un resultado que dio al Peñarol el empuje que necesitaba para conquistar aquel título inaugural, tras imponerse al campeón argentino, el San Lorenzo, en semifinales, y al paraguayo, el Olimpia, en la final.

El conjunto uruguayo revalidó la corona al año siguiente y en la actualidad suma un total de cinco títulos. Solo los argentinos del Independiente y del Boca Juniors le superan en el palmarés, con siete y seis respectivamente.

El torneo tardó mucho tiempo en gestarse, y en cierto modo es apropiado que Argentina y Uruguay estén en lo más alto del escalafón ya que una de las principales influencias de la Copa Libertadores fue la Copa Río de la Plata, el certamen anual que enfrenta a los campeones de ambos países desde 1916.

Sin embargo, fue Chile el que defendió con más vehemencia la idea de una competición continental por medio de Luis Valenzuela, expresidente de la CONMEBOL. Le tomó el relevo el entonces presidente del Colo Colo, Robinson Álvarez, quien ansiaba ver a su equipo, campeón de liga en 1947, medirse a lo mejorcito de Sudamérica.

Así, en febrero del año siguiente, colosos de la talla del River Plate argentino, del Nacional uruguayo o del Emelec ecuatoriano, y así hasta ocho, se dieron cita en Santiago para medir sus fuerzas.

No obstante, fue el brasileño Vasco da Gama el que regresó a casa con el primer y único trofeo del Campeonato Sudamericano de Campeones. La idea quedó latente durante los siguientes 11 años. Hasta que un brasileño, y presidente de la CONMEBOL, José Ramos de Feitas, volvió a desempolvarla.

De este modo, en el congreso continental de 1959 se acordó, por ocho votos a uno (Uruguay se opuso) la formación de la Copa Libertadores, cuyo nombre es un homenaje a todos los que lideraron la lucha de Sudamérica por su independencia.

Hoy el torneo es clasificatorio a la Copa Mundial de Clubes de la FIFA, marcando un gran legado que comenzó con aquel legendario partido en Montevideo.

Números que hablan