sábado 09 julio 2016, 17:25

Portugal, para curar una tragedia griega

Estadio repleto. Ambiente inmejorable. El equipo local se dispone a jugar la final de la Eurocopa frente a su enfervorizada afición. Los jugadores saben que son favoritos. La fiesta está preparada para el momento en que el árbitro haga sonar el silbato final. Todo está listo pero entonces… la tragedia. Griega.

Sucedió en el Estadio Da Luz de Lisboa en la final de la Eurocopa de Portugal 2004. Los anfitriones sufrieron en carne propia cuando su “Generación Dorada”, encabezada por Luis Figo y Rui Costa, perdió aquella final ante una inesperada Grecia. Fue una de las sorpresas más grandes de las historia reciente del fútbol.

Pero este deporte siempre da revanchas. Doce años más tarde, los lusitanos la tienen al alcance de la mano. El escenario es idéntico al descrito en el primer párrafo. Salvo que en esta ocasión, Portugal se sitúa en el papel de potencial aguafiestas. Francia es la favorita en el duelo final de la Euro 2016 en París. ¿Tragedia lusa?

Los últimos sobrevivientes De aquel equipo portugués que naufragó en la orilla lisboeta sólo quedan dos jugadores. Uno es Ricardo Carvalho, bastión de la defensa de 2004 que ha aportado experiencia a la actual Equipa das Quinas. El otro es Cristiano Ronaldo. Tenía apenas 19 años entonces. Hoy, a los 31, es el máximo goleador histórico de su selección y tiene 3 FIFA Ballon d’Or en su casa.

CR 7, que entonces vestía el 17, no olvida aquella derrota. “Fue muy duro. Pero espero convertir aquellas lágrimas en una sonrisa. Han pasado 12 años y ahora vamos a jugar otra final. Me siento muy, muy orgulloso. Siempre he soñado con ganar un título con Portugal. Espero que sea nuestro turno esta vez”.

Para Ricardo Carvalho, por su parte, aquel partido de Lisboa debe servir de motivación, y no encararlo como una venganza. “No queríamos hablar de ello porque no estábamos en la final, pero ahora es el momento. Debemos aprender de los errores de entonces. Creo que tuvimos exceso de confianza porque habíamos eliminado a equipos como Holanda y España, y el rival era Grecia”.

Para el defensor de 38 años, que podría ser titular el domingo en caso de que Pepe no se recuperara de su lesión, no se puede comparar un partido con el otro. “Son situaciones diferentes y equipos diferentes. Quizá lo único similar es que enfrentaremos al conjunto local”.

Oportunidad de redención No hace falta haber estado en el partido de Lisboa para afrontar esta final del Stade de France con la motivación por las nubes. Así lo deja claro Ricardo Quaresma a FIFA.com. “Cumplimos uno de nuestros objetivos que era llegar a la final. Ahora toca ir por el segundo objetivo. Sabemos que cualquier cosa puede pasar pero estamos convencidos de que podemos ganar”.

El extremo, de 32 años, tiene una historia particular. En 2004 era quizá el joven más talentoso y prometedor del país, pero una lesión le impidió jugar aquella Euro. Después, tuvo una carrera llena de altibajos, pero una extraordinaria temporada con el Besiktas le valió la convocatoria para Francia 2016, donde se ha convertido en el relevo de lujo del equipo, al punto de anotar el gol del triunfo en los octavos de final ante Croacia en el minuto 117.

Para él, más que nadie, el partido significa una oportunidad de redención. “Estoy viviendo un sueño. Pero un sueño en el que siempre creí, incluso cuando otra gente me había dado por perdido. Estoy muy feliz con este momento. Por mí y también por el grupo”.

“Siempre creímos en nosotros mismos”, coincide su compañero, el mediocampista Joao Mario, que tenía sólo 11 años cuando se jugó la ‘otra final’. “Incluso cuando empatamos tres veces en primera ronda. Fue una llamada de atención, de la que aprendimos, y ahora llegamos hasta aquí", dice repasando el rendimiento en Francia. "Tal vez tuvimos un poco de suerte, pero ahora estamos listos para dar el último paso. Sólo pensamos en ser campeones”.

Una certeza y una imagen que comparten todos los portugueses. Aquellos que estuvieron esa noche fatídica en Lisboa y también quienes la vieron por televisión. Sólo falta un paso más y el recuerdo habrá quedado borrado para siempre.