miércoles 24 febrero 2016, 03:06

Miyama: "Me gustaría volver a jugar con Marta"

Dormir y el café. Esos son los dos sencillos placeres que hacen feliz a Aya Miyama. Antagónicos o complementarios, según se mire. La talentosa centrocampista japonesa no pierde la sonrisa y habla bajito cuando confiesa que preferiría estar en un campo de entrenamiento sudando la gota gorda con sus compañeras, que cómodamente sentada ante un micrófono.

La capitana de la selección de Japón, quien nos disculpa por no haber traído café, reconoce a FIFA.com que se sintió muy honrada tras ser elegida la tercera mejor jugadora del año 2015. “Pero lo que más me complace es que los demás países vean a Japón como una potencia, mucho más que mi simple reconocimiento individual”, explica quien heredó de Homare Sawa el brazalete de las Nadeshiko en 2012.

“Tuvimos un desafortunado final en la Copa Mundial, así que nos gustaría volver a jugar con la solidez de un equipo unido en el próximo clasificatorio olímpico”, continúa la jugadora de 31 años. El torneo final se disputará en Osaka del 29 de febrero al 9 de marzo y pone en juego dos boletos olímpicos para Río 2016. Además de las anfitrionas, compiten también Australia, RDP de Corea, República de Corea, RP de China y Vietnam.

“Debemos clasificar a Río y luego lograr un buen resultado allí para mantener la popularidad del fútbol femenino en Japón”, asegura la jugadora. Miyama sabe lo fluctuante que es el interés del público y prensa en un deporte que, si bien está arraigado en su país, vive, en gran medida, de los éxitos.

Desde inicios de esta década las cosas han ido sobre ruedas para las Nadeshiko: campeonas del mundo en 2011 y subcampeonas en 2015, medalla de plata olímpica en 2012 y, por primera vez, campeonas de Asia en 2014.

Una jugadora con conciencia social La tres veces mejor jugadora asiática trabaja cada día por consolidar ese camino exitoso, pero también lucha por mejorar las perpectivas de futuro de este deporte con el que tanto disfruta. Y a eso pretende dedicar su vida cuando cuelgue las botas: “Quiero ayudar a expandir el juego y a convencer a niñas y jóvenes del placer de jugar al fútbol”, confiesa la centrocampista, que empezó a pegar patadas a un balón en el club que su padre fundó en su ciudad natal, Ōamishirasato.

Ella tuvo la oportunidad de competir en Estados Unidos con Los Angeles Sol, Saint Louis Athletica y Atlanta Beat. Dos años que le permitieron crecer enormemente como jugadora y le dejaron una huella profunda. “Creo que lo mejor de aquella etapa fue la posibilidad de conocer una nueva cultura de primera mano. Y aprender inglés, claro”, dice entre risas.

Además, profundas amistades, con Hope Solo por ejemplo, y el roce con jugadoras espectaculares. La jugadora del Okayama Yunogo Belle no tiene dudas si tuviera que recomendar un fichaje a su club. “Me gustaría volver a jugar con Marta otra vez”, apunta rememorando los tiempos en el hoy desaparecido equipo de California.

El fútbol ha sido generoso con ella. Y ella devuelve con igual generosidad. Sirva de ejemplo su donación íntegra del premio de 10.000 dólares que recibió al ser elegida Jugadora Más Valiosa de la última Copa Asiática. “Siempre intento buscar la manera de contribuir a la sociedad desde mi papel de futbolista. Y me encanta ayudar a los niños a perseguir sus sueños y apoyarlos como pueda”, explica.