Las jóvenes refugiadas de Al Zaatari y una visita muy especial

Escaparon de los horrores de la guerra de Siria y fueron acogidos por Jordania, donde se instalaron en campos habilitados para ellos en la región de Al Mafraq. Pensaban que la guerra no duraría mucho, y confiaban en poder regresar pronto a su país. Sin embargo, los días, los meses y los años han ido pasando, y los sirios se han convertido en refugiados.

Decenas de miles de sirios viven pegados unos a otros en alojamientos temporales del campo de Al Zaatari. Disponen de la mayor parte de los servicios básicos y su situación ha mejorado, pero las miradas de todos, jóvenes y mayores, son tristes.

Paseando por las calles del campo se ve que las plazas se han convertido en estadios. En una de ellas, 300 niñas sirias de entre 6 y 14 años fueron invitadas a un acontecimiento excepcional. Acudieron corriendo desde todos los rincones del campo, se pusieron en fila y se preguntaron qué les esperaba aquel día.

Instantes más tarde, admiraban el trofeo del Mundial Femenino Sub-17. Todas las miradas se dirigían hacia él, y las jóvenes inmortalizaron el momento tomándose fotografías. Luego se les repartieron camisetas, balones y bolsas enviadas por la FIFA al campo para que las chicas puedan practicar el fútbol en su nuevo entorno.

"Hemos venido al campo de Al Zaatari para transmitir un mensaje a través del fútbol, que pertenece a todo el mundo, sin excepción", señalaba Honey Thaljieh, representante de FIFA. "Aunque el fútbol no puede resolver los conflictos ni las guerras, sí sirve para dar esperanza a los refugiados que han escapado de la guerra. Cualquier persona que abandona su país en unas condiciones así debe poder vivir dignamente. Actualmente, las jóvenes sirias muestran al mundo que merecen vivir con dignidad y que pueden integrarse en las demás sociedades. A pesar de su juventud, tienen grandes sueños, y ése es el mensaje que queremos darles: que se atrevan a soñar. Agradecemos al fútbol y al trofeo de la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA que hayan devuelto la sonrisa a estas niñas".

Este acto forma parte de las varias visitas organizadas por el Comité Organizador Local de Jordania 2016 en cooperación con el equipo del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Asociación Jordana de Fútbol y las Autoridades Jordanas. Todas las jóvenes y sus entrenadores forman parte de un proyecto a largo plazo implementado en el campo por el Proyecto de Desarrollo del Fútbol Asiático (AFDP) junto a socios como la Fundación para Niños de la UEFA o la Asociación Noruega de Fútbol (NFF).

El trofeo de las campeonas de la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA Jordania 2016 recorrerá el país para sensibilizar al público jordano acerca de la competición, que constituye el mayor acontecimiento deportivo que se haya organizado aquí.

Esperanzas crecientes “El fútbol me da confianza en mí, y se corresponde con mis ideas”, nos decía Shayma Al-Natour, una joven siria de 13 años que abandonó la ciudad de Daraa con su familia. "Empecé a jugar a los 10 años, por la calle, con los chicos. Es un deporte que me gustó, y jugué en todos los puestos antes de decidirme por el del guardameta, porque creo que el número 1 es la base del equipo, el que evita que pierda".

“Quiero decirles a todos los sirios exiliados que, aunque estemos en campos de refugiados, merecemos vivir. Para mí, el fútbol es una parte importante de la vida, porque a través de él nos expresamos y damos rienda suelta a nuestros sentimientos. Cada día nos permite olvidar las desgracias durante unas horas”.

Las niñas disputaron también partidillos, repartidas en equipos de siete. Una de ellas se distinguió por sus cualidades técnicas y su potencia de disparo. Reprendía a sus compañeras a cada gol que recibía el equipo. Se llama Anfal Al-Jalam, y tiene 14 años. Al final de los partidos, le preguntamos qué relación tenía con el fútbol. “Para mí ahora mismo no hay nada más importante. En este campo, el fútbol me da esperanza en la vida. Lo practico dos horas al día, y durante ese tiempo soy feliz. No me canso de correr detrás del balón y de disparar a la portería”.

“Llevo dos años jugando con el equipo de la organización finlandesa, y participo en todos los eventos que se han organizado aquí. Hace unas semanas jugué con el alemán Mesut Oezil, que visitó el campo. Y hoy se hace realidad un sueño todavía mayor, con el trofeo del Mundial Femenino Sub-17. Cuando lo vi me entusiasmé. Por eso le grité a mi compañera cuando dejó que nos metiesen ese gol (risas con sus amigas). Los partidos del Mundial van a jugarse aquí, en Jordania. Sería estupendo poder asistir a alguno en la ciudad de Zarka, que está cerca del campo. Puede que incluso algún día yo tenga la oportunidad de participar en este gran torneo dentro de la cancha”.

Así llegó a su fin un gran día en el estadio del campo de Al Zaatari. Las muchachas recogieron su material y se despidieron del trofeo. Los ojos de una de ellas brillaron cuando vio cómo lo metían en su caja. Le preguntamos por qué y nos contestó: “Me imaginé que la había ganado y que la tenía entre las manos (sonríe)”. Esta chica se llama Khitam Ali, y tiene 13 años. Su hogar estaba en la periferia este de Damasco, y lleva tres años jugando al fútbol.

Le preguntamos cómo se había animado a iniciarse en el deporte rey. “A mi padre le encanta este deporte, ve todos los partidos. Siempre que juega el Al Ahli saudí, se pega a la pantalla. Le pregunté por qué le gustaba tanto y me dijo que era por Omar al Somah . Eso me dio ganas de darle patadas a un balón. Así que juego con las chicas del campo y veo los partidos con mi padre. El fútbol se ha convertido en una de las cosas más importantes de mi vida”, dijo.

Estas niñas vivieron una hermosa experiencia al admirar el trofeo de la Copa Mundial Femenina Sub-17 de la FIFA. Una experiencia que les ha dado esperanza de cara al futuro, cuando el fútbol seguirá teniendo un papel muy importante a la hora de ayudarlas a olvidar sus problemas como refugiadas.