viernes 15 abril 2016, 08:18

La nueva vida de Osama

Cae la tarde sobre los campos del club Villaverde Boetticher, un humilde club de la periferia madrileña, y el pequeño Zaid Mohsen, de siete años, se entretiene chutando a puerta. Se sube las medias, abre las piernas y mira al frente, exactamente igual que su ídolo Cristiano Ronaldo. A unos 50 metros, en otra cancha y silbato en mano, su padre, Osama Abdul Mohsen, pone fin al entreno del equipo juvenil del club para dirigirse a su cita con FIFA.com.

Zaid, impaciente por jugar con su padre, nos hace prometer que no será una charla larga. Ambos llevan poco más de seis meses en España, adonde llegaron tras huir de Siria, como miles de compatriotas, por culpa de una guerra que dura ya 5 años.

En 2012, Osama, entrenador del Al Fotuwa FC de la primera división siria, reunió a su mujer y sus cuatro hijos. Había tomado una decisión. “Salí a la calle a por comida para la familia. Cerca de mi casa caían bombas, había muertos por las calles… Creo que ése fue el momento exacto en el que decidí que debíamos marcharnos”. Comenzó entonces un largo éxodo que les llevó de su ciudad, Dier Ez-Zor, a la frontera entre Irak y Turquía, y de ahí a Mersin, en el sureste del país otomano.

Un largo viaje “Llegamos a Turquía a finales de 2012. Alquilamos una casa y encontré trabajo como entrenador de un equipo de la ciudad”, nos explica. Uno de sus hijos mayores, Mohammad, de 17 años, fue el primero en cruzar el Mediterráneo rumbo a Europa. Poco después le seguirían Osama y el pequeño Zaid. 20 días de arriesgado viaje en los que, paradójicamente, su vinculación al fútbol y un desagradable incidente con una periodista húngara cambiarían su suerte. “Quizás su zancadilla me permita estar aquí hoy, pero prefiero pensar que es gracias a dios y no a ella”, dice con una sonrisa.

Las imágenes de la patada y la consiguiente caída de un Osama que cargaba en brazos a Zaid se emitieron en televisiones de todo el mundo. Las redes sociales dieron a conocer su identidad de entrenador de prestigio en Siria, y el Centro Nacional de Formación de Entrenadores de Fútbol de España (CENAFE), hizo el resto ofreciéndole trabajo. En sus primeros días en Madrid, Osama fue incluso invitado por el Real Madrid, y Zaid pudo conocer a Cristiano Ronaldo.

Ahora el técnico vive una vida mucho más tranquila en la que compatibiliza su trabajo diario en las oficinas de CENAFE con su puesto de entrenador de los juveniles del Boetticher. Un ‘pluriempleo’ que no le resulta extraño. “Antes de la guerra, era profesor de gimnasia por las mañanas y luego por las tardes entrenaba a mi equipo. En Siria es imposible vivir sólo del fútbol, aunque trabajes en un club de primera división”, nos explica.

En el Boetticher, Osama pone en práctica su experiencia de tantos años en la enseñanza y los terrenos de juego, y sus pupilos están encantados, como revela Ismael, uno de ellos. “Se nota su experiencia en los ejercicios que nos pone. Son más fáciles que los que nos ponían otros entrenadores, ¡pero acabas mucho más cansado!”. Mohamed, ataviado con una camiseta negra del Real Madrid, coincide. “Llevamos con él casi cinco meses, y desde entonces hemos subido mucho en la liga. Ojalá siga con nosotros al año que viene. Además practicamos inglés… ¡casi aprendo más aquí que en el instituto!”, dice entre risas.

Un ansiado reencuentro Osama también se muestra contento con su nueva vida, aunque espera ansioso a que se resuelvan los trámites burocráticos para poder reunirse de nuevo con su mujer y sus otros dos hijos, que siguen en Turquía. “Creo que en un par de meses los tres podrán venir ya”, dice esperanzado. “Lo principal para mí es que mis hijos tengan un futuro”, nos asegura. Por eso emprendió ese largo viaje que le ha llevado hasta Madrid.

Sin embargo, a pesar de la distancia, Osama no se olvida de los amigos y familiares que dejó en Siria. “Tienen una vida muy difícil. Intento hablar con ellos al menos una vez al mes, pero la comunicación no es fácil. Apenas hay internet, cobertura telefónica…”

De hecho, un pensamiento le ronda por la cabeza. “Necesito formarme aquí como entrenador y aprender más”. Y no sólo porque aspire a entrenar a nivel profesional en España. “Cuando la guerra termine puede que vuelva a Siria a ayudar a mi gente. Y si lo hago quiero poder enseñar todo lo que haya aprendido aquí y contribuir a que nuestro fútbol sea mejor. Estaré preparado para ello”, concluye.

El fútbol es precisamente uno de los pocos motivos de orgullo que le quedan al sufrido pueblo sirio, ya que, aún en medio de la barbarie, su selección logró recientemente clasificar a la penúltima ronda de las eliminatorias asiáticas a la Copa Mundial de la FIFA Rusia 2018™.

El sol se ha ocultado ya y los focos iluminan la cancha del Boetticher. Osama se despide con una sonrisa franca y se dispone a terminar la jornada de la mejor forma posible: jugando al fútbol con su hijo pequeño.