viernes 15 abril 2016, 12:56

El tercer intento de Ronaldinho en busca del oro olímpico

Ronaldinho Gaúcho, de 36 años, participó en dos ediciones del Torneo Olímpico de Fútbol, las de Sidney 2000 y Pekín 2008. Y ahora, 16 años después de su debut en la prueba, ha estado presente en cierto modo en un tercer certamen. Lo ha hecho brindando su colaboración fuera de la cancha, eso sí, aunque se tratase de un templo como el Maracaná. En esta ocasión, subió al escenario del auditorio del estadio como asistente para el sorteo de la fase de grupos de la competición tanto masculina como femenina de Río 2016.

Así, ayudó, literalmente de primera mano, a conformar un grupo compuesto por Sudáfrica, Dinamarca e Irak en la categoría masculina y por Sudáfrica, de nuevo, China y Suecia en la femenina, además del país organizador en ambos casos. “Es difícil saber si he dado suerte”, dice, riéndose, a FIFA.com antes de detenerse a pensar durante algunos instantes, consciente de que el fútbol únicamente se decide dentro de la cancha. Y sentencia: “Ha salido un buen grupo para la selección masculina, creo que Brasil podrá pasar sin problemas. El femenino ha quedado más fuerte, es imprevisible”.

Hay que tener en cuenta que la medalla de oro olímpica es el único título que falta en el palmarés de una selección pentacampeona del mundo, que ahora ejerce de anfitriona de las Olimpiadas. El balón empezará a rodar el día 3 de agosto en seis ciudades: Belo Horizonte, Brasilia, Manaos, Salvador, São Paulo y, por supuesto, la sede, Río de Janeiro. Hasta ahora, ni siquiera el brillo de Ronaldinho ha servido para conducir al combinado brasileño a lo más alto del podio.

Disfrutar y olvidar la presión, la clave En su primera actuación, Ronaldinho apenas tenía 20 años de edad, todavía era jugador del Grêmio y estaba considerado como la próxima gran esperanza del fútbol brasileño, poco antes de su fichaje por el París Saint-Germain. Ocho años más tarde, ya había plasmado todo su potencial: era un astro global, elegido dos veces Jugador Mundial de la FIFA y consagrado también por el título de la Copa Mundial de la FIFA 2002™. En ese segundo intento, en China, el equipo se colgó al menos la medalla de bronce, después de la gran frustración que supuso su paso por Australia, cuando fue eliminado por Camerún en cuartos de final.

“Fueron dos experiencias maravillosas, aunque muy distintas la una de la otra. En una yo era muy joven, y en la otra ya tenía una cierta experiencia, lo contemplaba de otro modo. Lo que se siente al ser medallista olímpico también supone la culminación de un sueño”, explica.

Ahora, cuando ya puede poner en perspectiva su historial olímpico, opina que, para esta nueva generación dirigida por Dunga —quien ya había sido seleccionador en Pekín 2008—, el secreto tal vez consista en no dejarse llevar por la presión. Por mucho que se hable de la tan ansiada conquista del oro y los brasileños afronten su primera competición oficial en casa desde la Copa Mundial de la FIFA 2014™, que terminó con aquel amargo 7-1. Y es natural que alguien que hace malabarismos con el balón piense que la presión debe transformarse en fiesta.

“Que disfruten. Y no es sólo disfrutar, sino también vivir esa oportunidad de hacer historia. Es querer, ante todo, entrar en la historia”, asevera, simplemente. “Tiene que verse la alegría de jugar en casa. Creo que eso puede facilitar las cosas. Si empezamos bien, después los hinchas nos empujarán hasta el final. Así que se trata de aferrarse a este sueño”, concluye, confiando en haber podido aportar algo en su tercera participación olímpica. Aunque sea a través de la suerte.