miércoles 28 octubre 2020, 20:54

El fútbol ayuda a combatir el suicidio en el Ártico canadiense

  • Nunavut es un vasto territorio que ocupa la mayoría del archipiélago ártico canadiense

  • No le ha afectado la COVID, pero tiene una tasa de suicidios especialmente alta

  • El fútbol, a pesar de las muchas dificultades, ayuda a generar un interés positivo

Nunavut ha ocupado bastantes titulares en los últimos tiempos. El territorio más grande y septentrional de Canadá es noticia en todo el mundo porque, en un caso prácticamente único en Norteamérica, la COVID-19 no le ha afectado en absoluto.

No cabe duda de que el aislamiento de esta vasta región ártica, con una población de 36.000 habitantes repartidos a lo largo de más de dos millones de kilómetros cuadrados, que carece de red viaria y ferroviaria, y a la que solo se puede acceder durante todo el año por avión, ha influido mucho en esta situación extraordinaria. Sin embargo, aunque se haya librado del coronavirus, afronta otra amenaza muy dañina y arraigada.

Se trata del suicidio, desde hace mucho tiempo y hasta la actualidad una de las mayores causas de muerte en la región. Presenta una tasa de suicidios nueve veces superior a la media canadiense, y si fuese un país independiente sería la mayor de todas las naciones del globo.

“Afortunadamente, hemos evitado la pandemia de COVID, pero nuestra epidemia son los suicidios”, afirma Joselyn Morrison, presidenta de la Federación de Fútbol de Nunavut. “Aquí supone un problema enorme, el más importante que tenemos”.

Morrison y el deporte que le apasiona también están ayudando a combatirlo. Si bien el fútbol no tiene la popularidad del hockey sobre hielo, deporte por excelencia de la región, sí constituye una referencia muy valiosa para el desarrollo de la salud física y el bienestar mental.

“Es importantísimo proporcionar cosas que hacer a la gente de este territorio, y sobre todo a la juventud”, explica Morrison a FIFA.com. “Yo vivo en la comunidad más grande de Nunavut [Iqaluit, la capital], pero aun así somos una localidad muy pequeña, de apenas 8.000 habitantes. Y tener cosas que hacer, y en las que pensar con ilusión, es algo muy complicado, sobre todo durante los meses oscuros del invierno”.

“Cuantas más actividades podamos ofrecer a la gente, mejor. El fútbol, como el deporte en general, es importantísimo a este respecto, al ser tan positivo para la salud tanto física como mental, como sabe cualquiera que lo practique”.

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No obstante, Nunavut es un territorio en el que las temperaturas pueden llegar a los -50 °C, con el suelo endurecido por el permafrost. No son en absoluto las condiciones idóneas para que prospere habitualmente el deporte rey, pero la adaptabilidad y una apuesta por el fútsal han sido fundamentales para que siga teniendo su lugar en el panorama deportivo de la región.

“Con la excepción de algún partidillo al aire libre en verano, para nosotros el fútbol es un deporte que se practica bajo techo”, reconoce Morrison. “En Iqaluit solemos jugar en un gimnasio, aunque sí tenemos un césped artificial que nos instalan de mayo a septiembre en una de nuestras canchas de hockey. Últimamente también nos hemos centrado mucho en el fútsal, porque es lo que se juega en los Juegos de Invierno del Ártico”.

“Los desplazamientos y la geografía son los mayores problemas con los que se topa aquí el fútbol. Procuramos organizar dos torneos al año, uno de categoría sub-15 y otro sub-18, y los viajes y el coste de los vuelos hacen que sea muy complicado. Lo que valen es escandaloso, la verdad”.

“Los equipos de las comunidades pequeñas se esfuerzan mucho para recaudar fondos y poder acudir a estos torneos, pero luego lo que vemos muchas veces es que llega el día de viajar a Iqaluit y hay una tormenta invernal o de nieve y no se puede despegar. Estar a merced del tiempo hace que sea muy difícil organizar cosas”.

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Las dificultades geográficas y económicas también influyen en cualquier intento de desplazarse desde Nunavut a los territorios vecinos para competir en ellos. “Yo entreno principalmente a chicas de secundaria, sub-12 y sub-14, y somos la única escuela de secundaria de la localidad, así que no tienen a nadie contra quien competir, eso es difícil”, señala Morrison.

“Pero en Yellowknife [capital de los Territorios del Noroeste, a 2.260 kilómetros de Iqaluit] hay un torneo llamado Super Soccer y recaudamos fondos durante todo el año para ir a él. Los vuelos, los hoteles y demás —y es solo un fin de semana— nos cuestan entre 85.000 y 100.000 dólares. Eso indica el tipo de recursos que necesitamos solo para poder competir contra otros equipos”.

“Aun así, nos divertimos en las colectas, así que cuando lo conseguimos, vale la pena. Algunas de estas chicas nunca han salido de la comunidad o del territorio, y cuando llegamos a Yellowknife se quedan anonadadas con cosas que uno no esperaría. Por ejemplo, con los árboles —aquí no hay árboles—, ¡y también con el McDonald’s! (risas)

“Es mucho dinero, pero representa una experiencia fantástica. Ese viaje, y formar parte de un equipo, dejará a las chicas grandes recuerdos, para toda la vida. Y eso es en parte lo que hace que el fútbol sea tan especial para nosotros”, concluye.

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