domingo 12 junio 2016, 12:11

El capitán escocés polifacético

En el fútbol no existe mayor honor que capitanear la selección de tu país. Muchos jugadores han disfrutado de esta experiencia a lo largo de la historia, pero ser el primero tiene un halo místico. Hoy repasamos la historia de uno de esos pioneros legendarios. Robert Gardner.

Gardner cumplió con la labor de capitanear Escocia en el primer partido internacional de la historia, disputado contra Inglaterra en noviembre de 1872, donde, en su posición de arquero, mantuvo la puerta invicta. En las ilustraciones de aquel histórico empate a 0-0 en Glasgow aparece barbudo, con los ojos desorbitados y tocado con un sombrero puntiagudo. Bajo su imagen se puede leer “Nemo me impune”, parte de una frase en latín que se podría traducir como ‘Nadie me provoca impunemente’. La máxima da una indicación clara del imponente y temible rival que Inglaterra tenía delante.

Sin embargo, la importancia de Gardner se extendía mucho más allá de los terrenos de juego, hasta el punto de que la influencia de un capitán moderno palidece en comparación con la que poseía el escocés, como explica Richard McBrearty.

“Era muchísimo más importante que cualquier capitán internacional hoy en día”, revela McBrearty, conservador del Museo del Fútbol Escocés de Hampden Park. “Los capitanes en la actualidad son jugadores influyentes que lideran con el ejemplo, pero ahí termina todo”.

“Gardner era una especie de entrenador, administrador y capitán, todo a la vez. Tras haber contribuido a organizar el primer encuentro internacional, seleccionó el equipo de Escocia y organizó a los jugadores por demarcaciones. Sin ningún entrenador en la línea de banda, se encargaba también de decidir los cambios de posiciones y las tácticas durante los partidos. Además, muy a menudo, al igual que en aquel primer encuentro internacional, él mismo salía de la portería para jugar como futbolista de campo”.

D. D. Bone, apreciado periodista deportivo de la época, describió a Gardner (situado en el extremo izquierdo del dibujo que ilustra esta nota, correspondiente a un choque posterior entre Escocia e Inglaterra) como “el futbolista más extraordinario de su tiempo”. Escribía Bone: "Era tan polivalente que lo vi jugar en todas las demarcaciones del terreno de juego: de portero, de defensa, de central e incluso de delantero. Sin embargo, sobresalía especialmente como portero. Si me paro a pensar en todos los hombres excelentes que se han situado entre los palos después de él... ninguno de ellos ha aprovechado jamás las manos ni la envergadura tanto como Gardner”.

Un pionero que fumaba en pipa Además de estar considerado el mejor guardameta de su generación, el capitán de Escocia y del Queen’s Park fue un jugador emblemático durante unos años en los que el fútbol se encontraba en plena formación. El equipo de su club ejercía tal dominio en los terrenos de juego que, por ejemplo, en una semblanza que publicó sobre Gardner, el Daily Record comentaba: “Fumaba en pipa en el campo para paliar el aburrimiento que le producían sus largos periodos de inactividad en los partidos”.

Uno de sus tres hijos, también llamado Robert, explicaba que su padre veía el fútbol como “un medio de expresión de la deportividad”. Gardner hijo añadía: “Me dijo que, si bien deseaba con todas sus fuerzas que Escocia ganara, la idea de la derrota no iba a quitarle el sueño. Se trataba de un encuentro entre dos equipos de deportistas que amaban el fútbol, sin ningún sentimiento de rencor fuera cual fuera el resultado”.

Gardner no sólo divulgaba estos ideales como jugador. Después de capitanear la selección de su país, se convirtió en miembro del comité fundador de la Asociación Escocesa de Fútbol en 1873 y posteriormente en su presidente. De hecho, en estos cargos administrativos radica su gran legado.

“La gran relevancia de Gardner procede de su condición de jugador y capitán. Sin embargo, creo que lo más importante de aquel periodo fue que el fútbol empezaba a tomar forma en las reuniones de los comités, donde comenzaron a perfilarse las reglas de juego, su desarrollo y su estructura. Gardner también ejerció una influencia enorme en estos aspectos”, explica McBrearty.

“Hay que recordar que aquellos primeros partidos internacionales se organizaron porque el fútbol era un juego poco conocido en la época. El rugby gozaba de muchísima más popularidad y se había extendido por toda Inglaterra y Escocia, mientras que el fútbol se circunscribía a Londres y era bastante elitista, como demuestra el hecho de que los primeros clubes estuvieran llenos de futuros primeros ministros, lores y gente por el estilo. No había ninguna garantía de que el fútbol se convirtiera en un deporte prominente en el Reino Unido, y mucho menos alcanzara la posición que actualmente ocupa en el mundo”, continúa.

“La gente que impulsaba y dirigía el fútbol durante aquella época fue enormemente importante, y aquellos internacionales resultaron fundamentales para despertar el interés de la gente. Gardner se encontraba en el centro mismo de aquellos esfuerzos por darle popularidad, no sólo porque jugó en el primer partido contra Inglaterra (y en otros más después), sino porque se dedicó a organizarlo todo para que pudieran celebrarse”.

Tragedia y legado Lamentablemente, el primer capitán de Escocia moriría de tuberculosis menos de una década y media después de haber hecho historia. Tenía sólo 39 años. La leyenda de Gardner, sin embargo, sigue viva en los objetos expuestos en el Museo del Fútbol Escocés, entre los que destaca una carta de 1868, la primera correspondencia entre clubes escoceses y una de las misivas sobre el fútbol asociación más antiguas de las que han llegado hasta nuestros días. En ella se organiza un partido contra otro equipo de Glasgow.

“En la época, esas cartas resultaban fundamentales para la organización del juego”, explica McBrearty. “Con el fútbol en un estado de cambio permanente, en ellas se decidían detalles como, por ejemplo, si el juego debía constar de equipos de 15, 20 u 11 jugadores, e incluso si los jugadores de campo podían agarrar el balón con las manos, lo que era habitual en los albores del fútbol”.

“Gardner era un jugador amateur, que se dedicaba a practicar el fútbol y a participar en los comités en sus ratos libres, de manera que todo lo hizo por amor al fútbol. En mi opinión, está muy claro que no sólo se trató de un personaje muy fuerte e influyente, sino también de una persona con una auténtica visión de futuro sobre el rumbo que debían tomar sus equipos y el fútbol en general”.

El fútbol y quienes lo aman tienen una deuda de gratitud enorme con hombres como Gardner, quienes, de muchas y diversas maneras, lideraron el camino del progreso.