jueves 18 febrero 2016, 12:53

Cavenaghi, el goleador a contramano

"¿Si soy arriesgado o inconsciente?" Fernando Cavenaghi explota en una carcajada cuando escucha a través del teléfono la pregunta deFIFA.com. “Un poco las dos cosas”, acepta, y en el timbre de voz se adivina que la sonrisa continúa: “Soy impulsivo, me dejo llevar por lo que siento cuando tomo una decisión”.

Su carrera así lo demuestra: era el goleador de River Plate con 20 años, lo quería la Juventus y estaba en la mira de las mejores Ligas de Europa, pero se fue al Spartak de Moscú cuando había apenas algunos brasileños en la Liga rusa. Era ídolo en el Girondins de Burdeos y reciente campeón de Liga –y de cuatro títulos más-, pero se mudó a un equipo mediano de España. Argentina se conmovió por el descenso de categoría de River y el club era un hierro a 1000 grados: el único talento surgido de las jugosas inferiores del club que llamó para volver a dar una mano fue él, el Cavegol.

Ascendió siendo el goleador del equipo, lo echaron, volvió un año y medio después, se zambulló en la gloria ganando la Copa Libertadores de América y en vez de intentar ganar contra el FC Barcelona la Copa Mundial de Clubes de la FIFA… se fue. A Chipre. A los 31 años. A seguir torturando arqueros.

“Cualquiera te puede decir ‘hubiese hecho esto o lo otro’, ‘me hubiese faltado esto’… Tuve altibajos, como cualquier jugador, pero marqué más de 230 goles, tuve la posibilidad de ganar 15 títulos, entre ellos la Copa Libertadores con el club del cual soy hincha… sinceramente, más allá de las vueltas que di, no le puedo pedir más nada a mi carrera”.

Calidad de vida y un error En el APOEL Nicosia, el argentino arriesgado, inconsciente e impulsivo lleva 23 goles en 26 partidos. “Hice más goles de los que esperaba”, acepta. Lo que no le sorprendió es el cambio de vida: es lo que buscaba. “Gané mucho en calidad de vida. Estoy disfrutando mucho de la familia, que es algo que en Argentina era más complicado, porque uno tiene mucho menos tiempo para estar en casa. Personalmente me hizo muy bien y me dio la sensación de que sí se puede. Es un gran empujón para mis últimos años de carrera”.

El impulso le jugó una mala pasada sólo cuando a mediados de 2010 dejó Francia para irse al Mallorca, que venía de hacer una campaña histórica pero casi imposible de superar. “Me arrepentí. Estaba encaprichado con que quería jugar en España aunque no sé si fue mi mejor elección”. En la isla le costó explotar la “ubicación y la frialdad”, dos virtudes que son “claves” en un 9. “Para un delantero, y mis números lo dicen, es mucho más fácil cuando jugás en un equipo grande que cuando jugás en un equipo chico”.

Al ir a Rusia en 2004 fue pragmático tal vez por única vez en su carrera, aún a riesgo de alejarse de la selección argentina, donde finalmente jugó apenas 4 amistosos.

“Uno nunca sabe qué podía haber pasado. En mis mejores años en River fui goleador del torneo, tenía 18-19 años y tampoco me llamaron de la selección. El salto económico era abismal. Fue una decisión que costó porque no era el destino soñado, pero pensé más en el futuro. Jugué en campos sintéticos, me sirvió en muchos aspectos. Y la vida en Moscú me gustó mucho. El Mundial va a ser una experiencia muy linda para muchísima gente. Conocer la cultura rusa puede ser muy atractivo”.

La peor pesadilla y el sueño perfecto En las antípodas de la frialdad para elegir salvarse de por vida está el corazón en la mano para querer volver a River en el momento más dramático de su historia: “Fue espectacular poder devolverle al club algo de todo lo que me dio. Soy un agradecido a River. Aparte de ser jugador me dio la oportunidad de estudiar en el instituto del club y otras tantas cosas. Era como una devolución de mi parte”.

La temporada 2011-2012 lo marcó para siempre. “Lo que viví ese año no puedo compararlo a nada, es lo que más me hizo crecer como persona. Llegué a un punto límite en el que tuve que empezar con un psicólogo para calmar un poco todo, porque al final era muy angustiante. Se hizo muy largo, pero por suerte terminó todo muy bien”.

El diván tuvo ayuda extra: el arte. Cavenaghi pinta, escribe, toca la guitarra. “Soy malo, pero me gusta y disfruto”, se festeja con ruido. “Me ha servido un poco también como terapia. Me sirvió muchísimo en momentos difíciles o para desconectar”. Hasta sacó un libro con sus experiencias en River: “Cuando pasó todo lo del Nacional B, que fue tan duro y me tocaron experiencias que no pensé fuera a vivir en mi vida, dijimos ‘estaría bueno empezar a escribir estas cosas, porque el día de mañana sino las voy a olvidar’”.

Por supuesto, las memorias incluyen la obtención de la Copa Libertadores 2015: “Siempre fue mi sueño y sabía que era mi última oportunidad de ganarla, sabía que me iba. En ningún cuento de los mejores se puede dar lo que me tocó vivir a mí. Vivir tres etapas en el club, de la mejor hasta la peor de las peores y volver para ser campeón de todo, retirarme con la Libertadores… Mejor sueño que ése, imposible”.