viernes 12 junio 2020, 07:12

Australia pone la última pieza del rompecabezas mundialista

  • Hace 46 años la primera selección de Oceanía en un Mundial

  • Los Socceroos superaron una larga campaña clasificatoria

  • En 1974 comenzó su conexión futbolística del país con Alemania

Hace hoy 46 años empezó a rodar el balón en la Copa Mundial de la FIFA 1974™, y por primera vez la mayor cita del deporte rey contaba con una selección oceánica, Australia, cuya clasificación en representación de la Confederación de Fútbol de Oceanía (OFC) implicó que ya habían participado al fin en el torneo las seis regiones del globo.

Los Socceroos —un sobrenombre entonces relativamente nuevo— se vieron privados en vísperas de la prueba del que quizás era su mejor jugador, el delantero Ray Baartz, pero a pesar de todo su papel fue más que digno.

Perdieron por 2-0 ante la RDA y 3-0 contra la RFA, que se proclamaría campeona de aquella edición, y registraron un empate a ceros ante Chile. Se trató pues de unos tanteos admirables para un conjunto compuesto íntegramente por futbolistas amateur.

La mayoría de los jugadores del plantel australiano desempeñaban trabajos manuales: había un minero del carbón, jornaleros, electricistas e incluso un lechero, al que se describió una vez como “probablemente el último lechero que haya competido en un Mundial”. En este contexto, los resultados fueron asombrosos.

Un camino largo y tortuoso

Sin embargo, la verdadera historia fue su periplo futbolístico rumbo al Mundial, en el que se constató un progresivo avance a lo largo de tres campañas desde la primera, la de Inglaterra 1966.

El historial de los Socceroos en la competición preliminar del Mundial comenzó con una abultada derrota en una eliminatoria a doble vuelta a manos de la RDP de Corea —una selección que no tardaría en alcanzar la fama—, curiosamente disputada en Camboya.

Cuatro años más tarde, Australia emprendió un trayecto mundialista extraordinariamente tortuoso. Actuó a domicilio ante la República de Corea, Japón, Rodesia (Zimbabue) e Israel. Solo jugó en Australia su noveno y último partido, aunque Israel se impondría mediante un ajustado 2-1 global.

Y así se llegó a 1973. En esta ocasión hubo once partidos, incluidas dos eliminatorias de repesca con muerte súbita. Al triunfo global por 3-2 sobre Irán le siguió un 2-2 ante la República de Corea.

Los australianos habían visto puerta dos veces en Seúl, pero por aquel entonces el reglamento obligaba a jugar un tercer encuentro, esta vez en terreno neutral, Hong Kong.

Y cuando casi parecía que iba a tener que celebrarse un cuarto choque, a falta de solo 20 minutos el centrocampista Jimmy Mackay inscribió su nombre en la tradición deportiva de su país al marcar de un disparo lejano que se coló por la escuadra con precisión milimétrica.

La conexión alemana

Aquel gol puso en marcha una estrecha vinculación del fútbol australiano con Alemania. Los anfitriones del certamen de 1974 brindaron un recibimiento increíble a los Socceroos, que habían quedado emparejados tanto con la RFA como con la RDA, y en su alineación figuraba Manfred Schafer, alemán de nacimiento.

Treinta y dos años más tarde, Australia regresó por fin al torneo mundialista, que volvía a jugarse en Alemania. En esta ocasión el guardameta Mark Schwarzer fue objeto de atención por parte de los medios germanos por ser hijo de padres alemanes y, como varios de sus compañeros, haber competido en la Bundesliga.

Los australianos protagonizaron una campaña memorable, marcada por sus primeras dianas en un Mundial, obra de Tim Cahill en la victoria frente a Japón, la clasificación para la ronda de eliminatorias y una derrota en el último suspiro ante Italia, futura campeona. Aun así, nada podrá desbancar a los Socceroos de 1974 como generación pionera de la OFC y de su propio país.